sábado, 18 de agosto de 2012

Centro comercial

La cajera nos daba señas de que iba a pasar los bisteces sin marcar. Mi mamá no comprendió. La cajera se fue y nos dejó ahí para que nos autocobráramos. Le dije a mi mamá que agarraramos ya los bisteces y nos fuéramos. La policía nos agarró a nosotros. Nos dieron pláticas de cómo comportarnos civilizadamente. Estaba en plena consciencia enojada con mi mamá. Me fui por atrás según yo al baño y era una calle parecida a Garza Sada, estaba buscando la heladería Sultana. Había una Bips. Ahí venden el de Stracciatella. Había una Holanda. Y otra Bips. Yo quería el de Stracciatella, pero no quería pronunciarlo. Le decía al muchacho que me atendía: quiero uno de crema con chocolate, no, los de chocolate no. Y él decía: Tenemos este de Stracciatella. Dije que sí quería ése.
En otro momento estábamos en la sala de Lauris. Según yo era la casa de B. Estaba que me iba y que me quedaba. Había más personas. Llegó la mamá de B. Me daba pena, no sé por qué. Luego me iba con tres mujéres jóvenes y cristianas. Una de ellas decía que yo no hablaba como las de esa religión, sino que mi lenguaje pertenecía más bien al lenguaje virtual de fin de siglo. O sea, que carecía de ese toque místico que ellas tenían. Me sentía un poco incómoda. Me dejaban en el hospital. Creo que de ahí le hablé a mi papá, solo que no sabía el número de hospital que era, porque había otro enfrente. No quería preguntar. Preguntar significaba que yo era foránea, me podían mentir. Tenía el celular en la oreja sin saber qué decir.

No hay comentarios: