Estaba en un tercer piso, acabé mi clase de medicina. Después de cruzar a un pasillo, llegué a un cuarto que era como una estancia llena de lockers. Metí una llavecita y adentro, aparte de un montón de cosas, estaba un vaso con agua. Tenía ahí cerca de tres años, según yo. Me dio un poquito de asco, pero aún así me lo llevé. Salí a la luz, parecida a la del Cervantes. (Ahora que recuerdo, sí me gustaba estar ahí).
En otro orden de ideas (siempre me ha gustado esa frase), estábamos Zarely y yo sentadas en una esquina. Éramos unas pequeñas zorras de 14 y 13 años. De noche, claro. Llegaba Julio y nos decía que un grupo estaba tocando en la placita. Yo lo volteaba a ver directamente al rostro. Julio, la loca.
miércoles, 5 de octubre de 2011
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